Historia de contaminación prolongada
Imperial Beach, ciudad costera ubicada en el extremo sur de California, enfrenta una emergencia ambiental sin precedentes. Cada jornada, 189 millones de litros de aguas residuales, basura y productos químicos cruzan la frontera desde Tijuana hacia el condado de San Diego. Este fenómeno, con raíces en el siglo pasado, se ha intensificado debido al crecimiento urbano de la ciudad mexicana y el deterioro de las infraestructuras de tratamiento.
Impacto en salud pública
Las playas de Imperial Beach permanecen cerradas hace más de 1,200 días consecutivos por riesgos sanitarios. “Es una bomba de tiempo para la salud pública que no se está tomando en serio”, afirmó Paloma Aguirre, alcaldesa del municipio californiano. Estudios revelan que más del 40% de los 40,900 hogares de la región reportan problemas de salud como migrañas, erupciones cutáneas y dificultades respiratorias vinculadas directamente a la contaminación.
La situación ha alcanzado niveles críticos: más de 1,100 reclutas de la Marina estadounidense contrajeron enfermedades gastrointestinales tras entrenamientos en aguas contaminadas, según reportes oficiales. Las investigaciones también muestran que las partículas tóxicas pueden transportarse por el aire, poniendo en peligro a toda la población.
Repercusiones económicas y sociales
El hedor a huevos podridos que invade la zona ha alejado a turistas y deportistas. Jesse Ramirez, dueño de una tienda de equipos para deportes acuáticos, describió cómo su negocio permanece vacío durante la temporada alta. “Queremos poder sobrevivir”, expresó el comerciante con tres décadas de experiencia en el lugar.
La crisis ha transformado radicalmente la vida en el Condado Sur de California, afectando incluso a Coronado, enclave turístico donde el histórico Hotel del Coronado invierte 550 millones de dólares en una renovación. “Mi mayor preocupación es que la reputación de ‘el retrete de México’ empiece a arraigarse”, alertó John Duncan, alcalde de Coronado.
Colapso ecológico
El río Tijuana, de 193 kilómetros de extensión, ha dejado de ser una ruta migratoria para 370 especies de aves para convertirse en una cloaca abierta. Científicos detectaron niveles alarmantes de sulfuro de hidrógeno en el aire, asociado a dolores de cabeza, fatiga y problemas respiratorios. El agua adquiere tonos fluorescentes y espuma causada por químicos industriales, mientras neumáticos y desechos saturan sus orillas.
“Considero que este es el mayor problema de justicia ambiental de todo el país”, señaló Paula Stigler Granados, investigadora de la Universidad Estatal de San Diego. La experta destacó que no existe otro lugar donde se permita que millones de litros de aguas residuales fluyan libremente por una comunidad.
Intentos de solución y desafíos
La Comisión Internacional de Límites y Aguas de Estados Unidos recibió 600 millones de dólares para duplicar la capacidad de tratamiento a 189 millones de litros diarios. Frank Fisher, portavoz del organismo, indicó que las mejoras tomarán al menos cinco años. En tanto, Lee Zeldin, nuevo secretario de Protección Ambiental del gobierno estadounidense, propuso construir un sistema de desvío en la planta mexicana para alejar las aguas residuales de la costa.
Serge Dedina, exalcalde y activista ambiental, recordó que dejó de surfear en 2019: “Simplemente dije: ‘No puedo seguir haciendo esto. No puedo meterme en el agua'”, relató. Trasladó su organización medioambiental y posteriormente su residencia al centro de San Diego, alejándose del hedor y los riesgos para su salud. “Echo de menos la vida que tenía. Tomar mi tabla de surf, meterme en el agua. Se acabó y es trágico”, concluyó.