Legado histórico de intervenciones extranjeras
Desde los famosos catorce puntos de Woodrow Wilson en 1918, que sentaron las bases para la expansión del capitalismo en su etapa imperial, Estados Unidos ha aplicado métodos agresivos de conquista territorial. Un claro ejemplo es la guerra contra México en 1847 que resultó en la pérdida de la mitad de su territorio nacional.
Las acciones militares de carácter imperial norteamericano se multiplicaron tras concluir la Segunda Guerra Mundial, período en el que se estableció una división global entre el bloque comunista soviético y el capitalista estadounidense. Durante este tiempo, naciones como Corea, Vietnam, Irak, Irán, Afganistán y varios países latinoamericanos como Guatemala, Cuba, Granada y Panamá fueron sometidos a ocupaciones armadas.
La guerra como herramienta de imposición
El mandatario estadounidense Donald Trump ha manifestado públicamente su desinterés por justificar racionalmente el ataque a Irán, basándose en la antigua concepción de que Estados Unidos debe imponer su sistema político y estructura social en naciones con tradiciones históricas distintas. Sin embargo, históricamente todas estas invasiones han terminado en fracaso.
Uno de los casos más emblemáticos fue la invasión a Irak en 2001, donde George W. Bush utilizó como pretexto la supuesta protección de los talibanes por parte de Sadam Husein. Sin embargo, según investigaciones posteriores, la verdadera motivación residía en el intento de asesinato contra su padre, George Bush Sr. Esta campaña pasó a la historia como uno de los episodios más controvertidos de la política exterior estadounidense.
Manipulación de inteligencia para justificar invasiones
Los gobiernos de Bush Jr. y Tony Blair orquestaron una gran manipulación de inteligencia proveniente de la CIA y el MI6 para afirmar falsamente que Irak poseía uranio enriquecido destinado a armas nucleares. La maniobra alcanzó niveles insólitos cuando el vicepresidente Dick Cheney instruyó a su asesor de seguridad nacional para que presionara a la CIA a fabricar un informe falso sobre los supuestos materiales en Irak.
La agencia de inteligencia estadounidense envió a un diplomático experimentado para verificar la información, quien concluyó que Irak no tenía capacidad para manejar uranio. Como represalia, Cheney filtró información confidencial al New York Times sobre la relación personal del diplomático con una analista de la CIA, lo que resultó en el encarcelamiento de su asesor Lewis Libby.
Patrón histórico de manipulación geopolítica
La falsificación de evidencia para legitimar invasiones no es una práctica nueva en Washington. Históricamente se discute si la Casa Blanca ignoró advertencias sobre el ataque a Pearl Harbor para tener un pretexto que justificara su entrada a la Segunda Guerra Mundial. De manera similar, el gobierno fabricó el incidente del Golfo de Tonkín para involucrarse en la guerra de Vietnam. En cada caso, se construyó una narrativa conveniente para justificar acciones militares.
Las acusaciones sobre armamento nuclear en Irán, promovidas por el gobierno de Bush Jr., también formaron parte de esta estrategia. Sin embargo, la producción de uranio enriquecido requiere un nivel tecnológico y científico que ninguno de estos países poseía, como lo demostraron posteriormente las investigaciones independientes.
Políticas internas y decisiones bélicas
En su libro “Guerra de finales del 2024”, el periodista Bob Woodward reveló las maniobras internas del presidente Trump para construir una narrativa bélica que le permitiera regresar a la presidencia, incluyendo la supuesta influencia sobre Vladimir Putin. John Kelly, jefe de gabinete de Trump, describió en sus memorias al mandatario como “un idiota” y “completamente desquiciado”, destacando la naturaleza caótica del entorno presidencial.
Woodward escribió en “Los comandantes”: “la decisión de ir a la guerra define a una nación, tanto ante el mundo como, quizá más importante, ante sí misma. No hay asunto más grave para un gobierno nacional, ninguna medida más segura de valorar el liderazgo de una nación”.
Resultados de las intervenciones estadounidenses
Los países invadidos por Estados Unidos que lograron resistir y mantener su autonomía terminaron incorporándose al sistema económico estadounidense, demostrando la inutilidad de estas campañas bélicas. La invasión de Bush Jr. a Irak y Afganistán buscaba imponer sistemas políticos similares al norteamericano, pero la falta de aceptación por parte de las poblaciones locales provocó derrotas militares.
La historia reciente muestra que cuando Trump afirma querer cambiar el régimen político de Irán, una de las naciones con mayor arraigo religioso musulmán, enfrenta el mismo problema estructural: la ausencia de apoyo local para una transición política. Esta realidad parece repetirse con el retiro ordenado por Biden de Afganistán después de veinte años de presencia militar estadounidense, marcada por la derrota.
Irán podría convertirse en el escenario que determine el fracaso definitivo de las ambiciones políticas de Donald Trump, incluyendo su aspiración a una tercera presidencia.