El juicio automático y su base científica
El cerebro humano toma decisiones sobre la apariencia y confiabilidad de desconocidos en una décima de segundo, según explicó Piercarlo Valdesolo, director del Moral Emotions and Trust Lab en St. Olaf College. “Esto ocurre cuando apenas eres consciente de que has visto una imagen”, detalló el investigador.
Este proceso rápido responde a mecanismos evolutivos que permitieron evaluar rápidamente posibles amenazas o aliados. Sin embargo, en la vida moderna, esta tendencia puede llevar a emitir juicios superficiales y erróneos sobre las personas que nos rodean, sin considerar la complejidad de sus circunstancias.
La experiencia personal que cambió una perspectiva
La autora y periodista Jancee Dunn experimentó en carne propia el juicio ajeno durante un episodio en Nueva York. Mientras buscaba desesperadamente a su hija de tres años, que se había alejado en un supermercado, recibió tanto ayuda como reproches de quienes la rodeaban. “¿Cómo pudo dejar que su hija se perdiera?”, fue una de las preguntas que escuchó en medio de la angustia.
Tras encontrar a la niña, que había caminado sola siete manzanas hasta su casa, Dunn se prometió no volver a juzgar a nadie. “Eso, por supuesto, no duró mucho”, reconoció en su relato.
Consecuencias del hábito de juzgar
Según Sanam Hafeez, neuropsicóloga en Nueva York, el juicio frecuente puede reducir la empatía, hacer menos receptivo a nuevas perspectivas y aumentar la propensidad a respuestas reactivas. Además, investigaciones citadas por Hafeez sugieren que cuanto más se juzga, peor se siente uno mismo.
“El juicio puede revelar más sobre nuestras propias inseguridades que sobre el verdadero carácter de la otra persona”, afirmó Hafeez. En muchos casos, juzgar a otros funciona como una forma de autoconfirmación, una manera de convencerse de que uno está actuando correctamente.
Transformar el juicio en comprensión
Reconocer el momento en que se está juzgando a alguien es el primer paso para modificar este comportamiento. Hafeez recomendó mantener “una mirada vigilante” para distinguir entre una simple observación y un juicio cargado de significado personal.
Sugirió que, ante la sospecha de estar juzgando, las personas se detengan y se pregunten: “¿Por qué esto me importa? ¿Estoy simplemente observando o estoy añadiendo mi propio significado? ¿Este pensamiento de juicio es realmente sobre esta persona o sobre cómo me siento yo mismo?”
La curiosidad como herramienta para la empatía
Transformar el juicio en curiosidad y empatía es una de las estrategias más efectivas para mejorar las relaciones interpersonales y el bienestar emocional. Hafeez recomendó que cuando surja la tentación de juzgar, se intente comprender la situación de la otra persona. “Una persona se debe cuestionar en lugar de asumir”, sugirió la neuropsicóloga.
Por ejemplo, en lugar de pensar que un colega que no cumple con los plazos es descuidado, se puede considerar la posibilidad de que existan factores ocultos, como dificultades personales, que influyan en su comportamiento. La curiosidad, según Hafeez, contribuye a desarrollar la compasión.