Tragedia en Parral: un padre arroja a sus hijos a un pozo minero
En una noche de mayo de 2002, Martín Amante Díaz, un joven de 21 años, ejecutó una acción que conmocionó a toda la comunidad parralense. Tras solicitar a su expareja, una adolescente de 19 años, que le permitiera llevarse a sus hijos menores para un paseo, se dirigió con ellos hacia un pozo ubicado en el Cerro del Estanquillo.
El incidente tuvo lugar alrededor de las 20:00 horas del 11 de mayo de aquel año, en la colonia Che Guevara. El hombre recogió primero a Irwin, de un año, y luego a Edwin, de dos años, hijos que tuvo con Lourdes P. Ambos fueron llevados al mencionado lugar y lanzados al interior del pozo minero, que tenía una profundidad de aproximadamente 35 metros.
Confesión y rescate de los cuerpos
La revelación del crimen fue hecha por el propio responsable a una amistad cercana, Brisa S., quien contaba entonces con 17 años. Inmediatamente se alertó a las autoridades, que solicitaron la intervención del grupo Vulcano de bomberos para intentar un rescate que, desafortunadamente, no tuvo éxito.
Los cuerpos de los menores fueron hallados sin señales vitales en el fondo del pozo. Posteriormente, fueron trasladados a las instalaciones de Funerales Cárdenas, donde permanecieron en velatorio hasta el lunes 13 de mayo, fecha en que se celebró el sepelio.
Justicia y sentencia
La reacción de la comunidad ante este acto fue de furia inmediata. Durante su detención, varios vecinos intentaron arrebatar al acusado de las manos de los agentes para aplicar justicia popular, pero fueron contenidos por las fuerzas del orden.
El 16 de mayo de 2002, se dictó el auto de formal prisión contra Martín Amante Díaz. El juez impuso una condena de 80 años de cárcel, repartidos en 40 años por cada homicidio. Actualmente cumple su sentencia en un penal de la capital de Chihuahua.
Contexto personal y social
El ahora preso solo alcanzó a cursar el sexto grado de primaria en la escuela Nicolás Bravo, ubicada en la misma colonia donde ocurrieron los hechos. Desde joven consumía alcohol y posteriormente incursionó en drogas como el thiner y el resistol. Su relación con la madre de sus hijos, duradera y conflictiva, terminó en medio de disputas que precedieron al crimen.
El progenitor, bajo influencia de sustancias tóxicas, declaró no recordar con claridad los eventos de esa noche: “No sabía porqué decidió lanzarlos al tiro de mina”. Añadió que al superar el efecto de las drogas, el remordimiento lo abrumó, llevándolo a desear el fin de su existencia.
Impacto en la sociedad parralense
El entierro de los pequeños se convirtió en un acto colectivo de duelo. Familiares, amigos y vecinos se congregaron en la catedral para una misa y posteriormente en el panteón municipal, donde la madre tuvo que ser atendida por paramédicos debido al estado de conmoción en que se encontraba.
A pesar del tiempo transcurrido, el horror de aquel día aún perdura en la memoria colectiva de Parral. Testigos de los hechos recordaron que “no podían creer lo que Martín había hecho”, tratándose de un hombre que, aunque con problemas, nunca había mostrado violencia contra sus hijos, quienes lo adoraban profundamente.