Experiencia inmersiva en un mundo postapocalíptico
Desde principios de junio, mi consola PlayStation 5 ha estado en constante uso al poder probar Death Stranding 2: On the Beach, un título que marcó mi agenda este 2025. A diferencia del juego original donde nunca enfrenté una derrota, en esta secuela tuve mi primer “game over” apenas inicié, lo cual me advirtió sobre la naturaleza exigente de esta nueva aventura.
El viaje transcurre principalmente por territorio australiano, con saltos a una región de México, ofreciendo paisajes de dimensiones colosales. La esencia jugable se mantiene similar a su predecesor: transporte de cargas pesadas y conexión de bases, pero con elementos renovados que incrementan significativamente la tensión.
Enemigos que desafían la supervivencia
Uno de los aspectos más impactantes son los nuevos EV denominados “acechadores”, criaturas que generan una atmósfera de terror absoluto. Su primera aparición resultó en mi muerte, dejando un cráter de proporciones épicas. “La atmósfera que desprende el juego en estos instantes es tan brutal que logra atraparte por completo y hacerte sentir como si fueras realmente Sam Porter intentando sobrevivir a estos seres tan letales”, describió el analista.
Estos entes, junto con los forajidos (sustitutos de las mulas) y mecas fantasma, conforman una tríada de amenazas que mantiene al jugador en constante alerta. Aunque Sam está bien armado, el diseño del juego siempre encuentra formas de generar inseguridad, ya sea por la densidad de enemigos o la complejidad del terreno.
Estrategia y libertad de acción
La experiencia permite múltiples enfoques para superar los desafíos: “Cada uno puede decidir cómo abordar cada situación de la forma que mejor le parezca”. Aunque existen momentos obligatorios de combate, la mayoría permite elegir entre confrontación directa o evasión total. Las herramientas disponibles incluyen armamento diverso, lanzas electrificadas y guantes de gran impacto, mientras que los vehículos también pueden ser equipados con ametralladoras.
El sistema de toma de decisiones no premia ni castiga estilos específicos, permitiendo a cada jugador encontrar su propia estrategia óptima. Para algunos, como quien escribe, la evasión de campamentos EV fue una constante, mientras que los enfrentamientos directos contra forajidos resultaron más manejables gracias al arsenal disponible.
Entorno hostil y condiciones climáticas extremas
El terreno mismo se convierte en un rival, con montañas heladas, acantilados y ríos que dificultan el progreso. Pero las condiciones climáticas elevan aún más el desafío: tormentas de arena cegadoras, lluvias de bolas de fuego que requieren apagado inmediato, tormentas eléctricas con rayos impredecibles y hasta avalanchas que ponen a prueba la preparación del jugador.
Estos fenómenos, sumados a terremotos que destruyen estructuras y la lluvia envejecedora que oxida todo a su paso, conforman un entorno que constantemente plantea nuevos obstáculos: “Que el juego no me diera nunca ningún respiro y siempre me estuviera planteando retos de todo tipo y de lo más variados, porque si estamos en un mundo postapocalíptico en el que es una temeridad salir al exterior, eso es justo lo que quiero que se vea reflejado”.
Recompensas por exploración estratégica
Los campamentos enemigos no solo representan peligro, sino también oportunidades: “En estos se podían encontrar decenas de recursos, como metales o cerámica, para fabricar artículos y sobre todo para restaurar carreteras y los nuevos monorraíles”. Además, permiten apropiarse de vehículos y armamento enemigo, evitando tener que fabricar los propios y ampliando significativamente el arsenal disponible.
Estas mecánicas, junto con la nave DHV Magellan que sirve como base móvil, ofrecen una recompensa tangible a la exploración estratégica, permitiendo construir una colección significativa de equipos y recursos que facilitan el avance en posteriores misiones.
Una experiencia para el recuerdo
Tras más de 60 horas de juego, queda claro que Death Stranding 2: On the Beach ofrece una experiencia única: “Una obra que tiene todas las papeletas para ser el GOTY de 2025 muy merecidamente”. Más allá de la jugabilidad, su banda sonora, narrativa y calidad visual conforman una propuesta integral que redefine lo que significa una aventura postapocalíptica en el ámbito de los videojuegos.