Base neurológica de la desconfianza instintiva
El fenómeno conocido como “mala espina” al conocer a alguien está profundamente arraigado en el funcionamiento del cerebro humano. Juan Manuel García, especialista en comunicación no verbal con formación en el FBI, explica que este mecanismo involuntario está relacionado con las neuronas espejo, responsables de evaluar inconscientemente a nuevas personas que conocemos.
“Entonces, si yo observo algo negativo en la otra persona, mi cerebro automáticamente lo va a interpretar y me va a dar esa sensación de incomodidad y ‘mala espina’, detalló el experto en declaraciones publicadas el 21 de mayo en La Vanguardia.
Conexiones inconscientes y señales contradictorias
El experto destaca que estas sensaciones pueden intensificarse cuando el cerebro establece conexiones con recuerdos negativos asociados a personas que nos causaron daño o nos mintieron. Además, la desconfianza se potencia ante gestos discordantes como una sonrisa que no se refleja en la mirada o un habla tranquila acompañada de movimientos nerviosos.
Un ejemplo específico mencionado es la sonrisa fugaz: “Cuando estamos en una primera presentación y estamos nerviosos, solemos sonreír y borrar muy rápido esa sonrisa. Entonces, cuando borramos muy rápido la sonrisa, el cerebro de quien está observando detecta que hay algo raro, porque la verdadera sonrisa de emoción se va de una manera lenta, no al instante”.
Factores sociales que influyen en los prejuicios
Además de los mecanismos neurológicos, existen diversos factores sociales que contribuyen a la formación de juicios iniciales. Entre ellos se encuentran: estereotipos sociales, falta de información, influencias culturales y familiares, miedo a lo desconocido, representación sesgada en medios y presión de conformismo social.
El especialista señala que estos prejuicios muchas veces se manifiestan en juicios basados en apariencias, como forma de vestir, origen geográfico o género, sin considerar el contexto personal real de los individuos.