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¿Qué pasaría si la Ciudad de México se llenara de plantas autóctonas?

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Un proyecto botánico impulsa la propagación de flora nativa en la capital mexicana

Un grupo de especialistas del vivero de especies autóctonas del Jardín Botánico de la UNAM está desarrollando un programa de reproducción de plantas originarias del Valle de México. Esta iniciativa busca expandir la presencia de estas especies en diferentes espacios verdes de la Ciudad de México.

El proyecto, liderado por la bióloga Ivonne Olalde, comenzó a tomar forma en 1998 cuando se estableció el invernadero especializado. Desde entonces, el equipo ha dedicado más de tres décadas a recolectar semillas de zonas naturales conservadas en la ciudad y de la colección existente en el Jardín Botánico.

De semilla a árbol: un proceso de cinco años

Una muestra del éxito de este programa fue evidente en febrero de 2025, cuando el vivero puso a la venta diez ejemplares de encino blanco (Quercus deserticola). Estos árboles nacieron a partir de bellotas recolectadas y cultivadas durante cinco años por el equipo de especialistas.

La venta de estos ejemplares generó entusiasmo entre los amantes de la flora nativa, como el diseñador paisajista Emmanuel Von, quien adquirió uno de estos árboles. “El Vivero de plantas nativas en el @JBUNAM vende por primera vez unas pocas piezas de pequeños Quercus deserticola, uno de los encinos más hermosos, nativo de la CDMX, cultivado de bellotas del bosque mágico en Jardines en la Montaña. Es la primera vez que lo veo en venta”, escribió en su cuenta de redes sociales.

Valor ecológico de las plantas nativas

Según explica Ivonne Olalde, las especies autóctonas tienen un valor especial por su relación ancestral con otros organismos del ecosistema: “Toda la flora nos da grandes beneficios, desde la sombra que nos protege, hasta la transpiración que refresca el ambiente, pero las plantas nativas cargan consigo un gran valor por su relación de millones de años con organismos que viven en el mismo sitio, y que comparten una serie de interacciones en el ecosistema”.

El invernadero actualmente alberga alrededor de 60 especies nativas, incluyendo laurel mexicano, jazmín, algodoncillo y diversos tipos de agaves. Estas plantas no solo están disponibles para la venta, sino que también se utilizan en proyectos de reforestación urbana.

Retos y colaboraciones

El programa enfrenta desafíos como la falta de recursos económicos y personal capacitado. Para solventar estos obstáculos, el equipo combina la venta de plantas con proyectos para instituciones gubernamentales y la participación de voluntarios.

Entre los voluntarios destacan personas jubiladas como Dolores González y Isabel Estévez, quienes han demostrado un compromiso constante con el proyecto. También participan estudiantes de biología realizando su servicio social y alumnos de Centros de Atención Múltiple que reciben formación en jardinería.

La bióloga Evelyn Muñoz, quien lleva cinco años en el programa, señala la importancia de replicar las condiciones naturales en el invernadero: “Buscamos las opciones que pueden dar el mismo desarrollo que las plantas necesitan en su ecosistema, desde las interacciones con animales hasta el clima. Trabajamos principalmente con semillas de especies nativas que podamos introducir en espacios urbanos”.

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