El duelo se ha convertido en una constante para los familiares de los normalistas desaparecidos en Ayotzinapa. Siete años después de la muerte de Minerva Bello Guerrero, madre de Everardo Rodríguez Bello, el colectivo enfrenta la pérdida de cinco padres que no lograron obtener respuestas sobre sus hijos. La primera en partir fue Doña Mini, como era apodada, cuyo deceso ocurrió el 4 de febrero de 2018 en medio de la impunidad que rodea el caso Iguala.
Una lucha marcada por el dolor y la enfermedad
El cáncer que acabó con la vida de Minerva se agravó, según Felipe de la Cruz, vocero del movimiento, por el desgaste emocional acumulado durante años de incertidumbre. Su entierro en Omeapa, Tixtla, fue acompañado por normalistas, familiares y activistas, quienes cargaron su cuerpo en hombros durante un acto cargado de emociones. “Se le fue complicando poco a poco por el tiempo y la esperanza de ver a su hijo”, expresó De la Cruz.
Historias de resistencia y desgaste físico
El deterioro de los padres ha sido un tema recurrente desde 2018. Afecciones como diabetes e hipertensión se han sumado al sufrimiento colectivo. El 29 de mayo de 2025, Donato Abarca Beltrán, progenitor de Giovanni Galindes Guerrero, se convirtió en el quinto padre en fallecer sin conocer el destino de su hijo. Su sepelio en Jalapa contó con el apoyo de normalistas y otros padres, quienes le dedicaron palabras de aliento: “No te preocupes, no estés triste, vamos a seguir buscando a tu hijo y a los otros 42”.
Legados de lucha que perduran
La viuda de Donato Abarca, Metodia, aseguró mantenerse firme en la búsqueda de justicia: “Yo sigo, yo no me voy a rendir…”. Otros padres que partieron sin respuestas incluyen a Bernardo Campos (padre de Jorge Álvarez Nava), Ezequiel Mora (padre de Alexander Mora) y Saúl Bruno (padre de Abel García Hernández). Sus historias reflejan el costo humano de una investigación que, hasta la fecha, no ha logrado esclarecer el paradero de los 43 jóvenes desaparecidos en 2014.